Muchas veces cuando el final del día llega, tengo necesidad de dar descanso a mis ojos.
Relajarlos, calmarlos, cuidarlos.
Parpadeo varias veces y al final los cierro. Este simple movimiento me da una sensación diferente. De forma instintiva poso mis manos sobre ellos. Como dándoles cobijo, calor…. Y noto como la falta de luz por fin, suaviza y calma toda esa tensión.
Yo sin ellos no soy nada.
De todos los sentidos, tengo claro que la vista es la percepción sensorial más importante, un 80 por ciento del total. Es una aplastante mayoría. Pero solo es eso.
De esta manera, parece que nuestras sensaciones se han vuelto más visuales, aunque no siempre fueron así.
El olfato, el oído, el tacto eran capaces de mayores sutilezas, de más vivacidad… estoy segura de ello.
No obstante, existe un papel importante que cumplen los ojos con la coordinación de los movimientos del cuerpo y también, ya lo sé… con la postura. En particular con los músculos del cuello y la cintura escapular. Hay una estrecha relación de como miras y la posición de tu cabeza y de tu cuello. La influencia es decisiva en ellos. Cuando hay restricciones en tus ojos, es posible que te limiten en tu movimiento…y en el mío también.
Todos tenemos rigideces que no son perturbaciones patológicas de la visión, aunque los músculos y tejidos de nuestros ojos también recuerdan experiencias dolorosas, esos momentos de tensión, de frustración, de dolor…
Si podemos bloquear la nuca, la respiración y la espalda, ¿los ojos deberian de ser de otra naturaleza diferente a la del resto de nuestro cuerpo?… ¿podemos dejarlos indiferentes a los juegos de nuestras tensiones?
Uff, creo que no…
Sigo preguntándome… ¿Por qué ciertas dificultades de la vista deben ser consecuencia inevitable de la herencia y de la edad? ¿Y no podría ser la expresión elegida por nuestro cuerpo para manifestar ciertos conflictos?
…Ojos que caen en ilusiones, en trampas de lo que queremos ver.
A veces un ciego camina con más elegancia que uno que ve. Hay algo peor que unos ojos que no ven y son los ojos que creen que ven y se equivocan por que perciben de forma incorrecta.
Últimamente estoy en ello. Experimentando en esa percepción. Y se que algo cambia.
Me explican que cuando miramos y fijamos la vista en algo concreto, vemos su contorno, su volumen y su forma. Vemos con nitidez la parte central, pero se hace más difuso y borroso la parte que corresponde a la visión periférica. Esto es normal, el ojo funciona así. Cambiamos el centro de atención de un punto a otro. Que claridad significa conexión, que lo difuso y lo borroso te desconecta. Que los ojos están completamente unidos al cerebro. Que son piezas fundamentales en las zonas sensitivas y motrices del córtex. Que de esta manera cuando tu mente está desconectada de lo que ve, tu calidad de visión disminuye porque te desliga del momento presente.
Mirar sin esfuerzo y sin tensión es la naturaleza del ojo que ve bien.
Así que hay que relajarlos, no solo en reposo sino también con el movimiento.
Y eso hago, eso intento.
Integro que cuando combinamos movimiento y relajación se amplía la propia consciencia de ellos.
Con nuestras costumbres y actitudes somos los que les ponemos cargas y exceso que les impiden funcionar con normalidad.
Y si tu mente no se relaja tu ojo tampoco.
Distensión y movimiento nos procuran una mayor nitidez en lo que vemos. Y eso también beneficia en la postura. Sobre todo en esa zona superior del cuerpo, que casi siempre va desalineada con el resto.
Y me cuentan algo más que me hace reflexionar.
…Y es que una no ve lo que quiere, sino lo que le interesa.
Que cuando miramos con interés, nuestro cerebro se alinea con nuestros ojos y de esa forma percibimos. Que cuando ya no hay interés, nuestra mirada se desliga de nuestro pensamiento y entonces ya no se percibe, dejando una gran cantidad de información visual fuera de nuestro mundo perceptivo.
Así que la experiencia de vivir queda pendiente de lo que piensa mi cerebro. Y entonces, miro sin ver….
😉 🙂
Hoy me pongo contigo:
Sobre la espalda, con las piernas dobladas y la cabeza relajada sobre un cojin.
Me froto las manos hasta que percibo calor en ellas y las ahueco sobre los ojos. No me impide respirar pero debe quitarme la luz.
Mantengo los ojos relajados y abiertos, intentando relajar los músculos que sostienen el globo ocular, buscando la sensación de que los ojos se hunden en el interior de mi órbita.
Sigo manteniendo esta sensación de ojo distendido e imagino que hay un árbol frente a mi. Miro su copa. Una hoja se descuelga y cae hacia el suelo, dando vueltas por todos los lados, baja, sube, hacia la derecha, hacia la izquierda, haciendo sinuosidades y vuelve a bajar otra vez… y yo la sigo con la mirada hasta que toca el suelo.
Relajo los ojos y los parpados con movimientos rápidos y ligeros, como si quisiera hacerme cosquillas en la palma de la mano, con mis pesatañas. Me recuerdan a los besos de mariposa que jugábamos de niñas…
Después, subimos la mirada otra vez hacia la copa de ese árbol y otra hoja cae… y la vuelvo a seguir.
Finalmente relajo los ojos y cierro los parpados.
Separo lentamente las manos de mis ojos, dando luz y preparándome para ver, observar y sentir.